Uno de los conceptos fundamentales a la hora de pedir un préstamo, ya sea al consumo o hipotecario, es tener en cuenta cómo van a ser nuestras cuotas. Dependen, fundamentalmente, de dos variables: el tiempo solicitado y el tipo de interés.
Cuánto más tiempo solicites el préstamo, aunque las cuotas sean menores, más intereses acabarás pagando, puesto que estos se calculan sobre el importe que te resta del préstamo de manera anual. Por otro lado, cuanto mayor sea el tipo de interés, mayor será la cuota total del préstamo.
Normalmente existen préstamos a interés fijo y préstamos a interés variable. Los préstamos a interés fijo mantienen el mismo tipo de interés durante toda la vigencia del préstamo, mientras que los préstamos a interés variable suelen actualizarse cada seis o doce meses, y están ligados al euribor, al que se le añade un diferencial. Cuando los tipos de interés son altos, es frecuente contratar un préstamo a interés variable, ya que lo normal es que los tipos acaben bajando y el préstamo se irá abaratando. Al revés, si los tipos de interés son bajo, puede ser más eficaz contratar un préstamo a interés fijo, ya que las cuotas serán más bajas y es muy posible que los tipos acaben subiendo.
Por último, hay que tener en cuenta que casi todos los préstamos en España se calculan con el sistema de amortización francés que, a tipo de interés fijo, mantiene las cuotas del préstamo sin variación, y la cantidad de capital que se va pagando es creciente a lo largo del tiempo.
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